La alucinación de una mano, o la esperanza póstuma y absurda
en la caridad de la noche
en la caridad de la noche
A Isa-belle Bonet
«Todo el bienestar del mundo
lo encuentro en Suleika
cuando la achucho un poco
me siento digno de mí mismo;
si me dejara -perdería los ojos.»
(Goethe, Diván oriental-occidental)
Una mujer se acercó a mí y en sus ojos
vi todos mis amores derruidos
y me asombró que alguien amase aún el cadáver,
alguien como esa mujer cuyo susurro
repetía en la noche el eco de todos mis amores aplastados
y me asombró que alguien lamiese en las costras
todavía
tercamente la sustancia que fue oro,
aquello que el tiempo purificó en nada.
Y la vi como quien ve sin creerla
en el desierto la sombra de un agua,
la amé sin atreverme a creerlo.
Y la ofrecí entonces mi cerebro desnudo,
obsceno como un sapo, obsceno como la
vida,
como la paz que para nada sirve
animándola a que día tras día lo tocase
suavemente con su lengua repitiendo
así una ceremonia cuyo sentido único
es que olvidarlo es sagrado.
"Narciso en el acorde último de las flautas" 1979, Leopoldo María Panero.
«Todo el bienestar del mundo
lo encuentro en Suleika
cuando la achucho un poco
me siento digno de mí mismo;
si me dejara -perdería los ojos.»
(Goethe, Diván oriental-occidental)
Una mujer se acercó a mí y en sus ojos
vi todos mis amores derruidos
y me asombró que alguien amase aún el cadáver,
alguien como esa mujer cuyo susurro
repetía en la noche el eco de todos mis amores aplastados
y me asombró que alguien lamiese en las costras
todavía
tercamente la sustancia que fue oro,
aquello que el tiempo purificó en nada.
Y la vi como quien ve sin creerla
en el desierto la sombra de un agua,
la amé sin atreverme a creerlo.
Y la ofrecí entonces mi cerebro desnudo,
obsceno como un sapo, obsceno como la
vida,
como la paz que para nada sirve
animándola a que día tras día lo tocase
suavemente con su lengua repitiendo
así una ceremonia cuyo sentido único
es que olvidarlo es sagrado.
"Narciso en el acorde último de las flautas" 1979, Leopoldo María Panero.
Estremecedor el hecho de que es tan difícil que nuestro cerebro se desnude por completo.
Y esto es un hecho:
Fumar es insano, de acuerdo. Pero todo hay que decirlo, ese espacio de tiempo que te das a ti mismo para fumar, no el hecho de estar fumando sino el espacio de tiempo en el que lo estás haciendo, trae consigo compañía y conversación unas veces, meditación y respiro en otras... No hay nada como fumar un buen cigarro en el balcón a escondidas, o compartir otro en las trincheras de la vida.
Echo de menos esa sensación.
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