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viernes, 31 de enero de 2014

De desidia y resignación



El extranjero


Me asomo a la terraza.

Una mujer se arregla el pelo
delante de un espejo
en el edificio de enfrente
de mi casa.
Estaba leyendo
a Dostoyewski. Cierro el libro,
lo dejo encima de la mesa,
me siento y abro
otra cerveza. Qué aburrido,
Dostoyewski, la cerveza,
las mujeres, los libros,
los espejos. Qué aburrido
sentarse y esperar la muerte
mientras la gente fornica,
come, trabaja o se solaza
bajo el sol sucio de septiembre,
y uno sabe, positivamente,
que nada va a ocurrir.



Roger Wolfe



Y es que huelo a desidia, desprendo un apestoso olor a desidia y resignación, viendo cómo se llevan las horas lo que puedo potencialmente hacer y no hago. Apesto a desidia, y la solución no es quejarme. La solución es escribirlo y mirarme al espejo, poner la música alta, arreglar cuentas pendientes, desintoxicarme, vivir un poco más de lo que vivo, trajinar un poco más de lo que trajino, y enfrentarme a mí mismo. Hacer. Luchar contra la puta idea de que nada va a ocurrir. 

jueves, 16 de enero de 2014

De desayuno y guay



Como si de la última página de un suplemento dominical se tratase, voy a escribir aquí cual es mi desayuno ideal (normal) y por qué es tan importante el desayuno:

-Tostadas de tomate y aceite
-Café con leche cargadito
-Zumo de naranja (si hay naranjas y si hay ganas de exprimir) sin pulpa (si hay ganas de colarlo, generalmente no porque no me planifico y se me enfría el café y las tostadas, así soy yo).

Todo lo que se refiere a la preparación dura unos 5 - 10 minutos, y bajo ningún concepto está aderezada con la televisión. La mañana significa la máxima capacidad esponjística (de esponja, no sé si se escribe así) de mi coco, todo entra mejor, así que prefiero evitar las noticias agrias y las tertulias inútiles (y los programas sobre el arte románico de la 2). Por eso pongo música, y no seré el único. Música guay para momento guay. 

Y luego, en el proceso de comer, masticar, tragar y todas estas actividades necesarias para la nutrición matinal (así como las demás) me gusta leer un poquillo, porque como ya he dicho, todo entra mejor, y a veces se ven cosas escandalosamente claras. 

El proceso de recoger es el más triste, porque significa que empieza el día de verdad y más me vale hacer cosas productivas. Esto, por supuesto, se refiere a los días en los que el tiempo no tiene su incómodo dedo metido en mi preciado culo y mi tostadora funciona. 

Mi conclusión es que el desayuno es importante porque es guay y porque puedes estar un momento tranquilito detrás de la línea de salida y aprovechar ese momento con cosas guays. 

Tras esta disertación estúpida y egocéntrica (y sobre todo inútil para usted) procedo a plasmar una de las cosillas que se suelen leer en los desayunos (nótese la paradoja):

"En realidad el insomnio es como un sueño, pero sin sueño. En el insomnio comparecen ansiedades que durante el día estuvieron arrinconadas; proyectos todavía inmaduros que necesitan cálculos, previsiones, ajustes; culpas recién instaladas en la conciencia.
Reconozco que no soy un cliente asiduo del insomnio, pero cuando éste me alcanza, la noche se convierte en una incómoda mazmorra. Los ruidos de la calle (bocinas, frenadas, breves tiroteos, cantos de borrachos, truenos, tamboriles) invaden mi habitación sin el menor escrúpulo. Cuando el alboroto proviene del propio edificio (taladros eléctricos, rock and roll, jadeos amatorios) cierro los ojos pero los oídos permanecen abiertos y aquella baraúnda me eriza los pelos o me dispersa los arrepentimientos.
Hay quienes cree que los insomnios deben ser encarados como exorcismos, pero mi pasado racionalista no puede aceptar esa interpretación. La variante más entretenida de esas noches pálidas es ek hijo sonámbulo (ocho años) de mi amigo Vicente, quien con una habilidad que por cierto no despliega en la vigilia, va esquivando las butacas, el paragüero, las mecedoras, y se detiene indefectiblemente frente a la ventana con la Cruz del Sur. Él, por supuesto, no la ve. A la mañana siguiente, durante el desayuno, el padre le pregunta: "Antonio, ¿con qué soñaste anoche?" Y él responde sin titubear: "Con automóviles de fórmula 1".
Mis mejores insomnios ocurren cuando estoy tranquilo, con la digestión bien hecha, sin mala conciencia, y me dedico entonces a dibujar (imaginariamente, claro) gacelas, ciervos y gamuzas, en el manchado cielorraso.
En mi insomnio favorito comparece a menudo un catálogo de maravillosas mujeres: anatomía conocida con rostro inventado, fisonomía seductora con cuerpo abrazable. Miro a mi derecha, pero allí mi mujer duerme como una bendita.
Con el tiempo he ido creando mi técnica personal para combatir insomnios. Cuando me acuesto, dedico diez o quince minutos a la atenta lectura de algún fragmento del Evangelio apócrifo de San Bartolomé, y de inmediato una soñera incontenible se me instala en la arruga de los párpados. Presumo que es el aporte solidario del viejo Morfeo, el cual, según Ovidio, siempre acude con adormideras y alas de mariposas."
Mario Benedetti, "Insomnios y duermevelas".

Y ahora venga, todo el mundo a hacer cosas guays.

domingo, 12 de enero de 2014

De a tomar por culo



Y sí, aquí estamos, sumidos en un presente que es fruto de una historia y será historia. La cuestión que me hago es cuándo será historia. Precisamente en este instante estoy que me muero porque este día sea ya historia, pero ir a la cama no es una opción. Queda aún senda por recorrer... es lo que tienen los exámenes y ver cosas que te tocan los cojones. Pero tampoco vamos a echarle la culpa al presente no? Qué culpa tiene él... el pobre, que ni va ni viene. En fin, mini momento de explosión. New york de Lou Reed me ha dado tangentes por las que marcharme, "Eres mi madre?" me está decepcionando un poco, no voy a poder terminar a tiempo los hermanos Karamazov, pero bueno, ya lo sacaré otra vez que me queda nada. Joder, la materia es interesante pero qué pocas ganas! No pensar, esa es la estrategia. Nooooooo pensar. Al menos para esto. Desconectarse. Ahora apago el ordenador. Ahora guardo los libros. Ahora escondo los cómics. Pero la puta cabeza sigue conectada... ah, es verdad, ahora no hay que pensar. Hay que estudiar. Suerte a todos los estudiosos. Mira que dos poemas tenía guardados. Somos minúsculos y a la vez gigantes, y sobre todo, somos. Y eso es lo que me gusta a veces hacer ahora. Gritar un poquito y decir SOY! Y llenar de pájaros mi cabeza (de una forma contraproducente dado el momento en el que nos encontramos muchos). Bueno, quejarse por vicio, deporte nacional. Domingo, para variar. BUM! La foto que he puesto me gusta. Para qué más? El fondo se lo pone cada cual, y tengo claro que el mío es verde.

Metal pesado

Igual que sucedía, siendo niños,
con las mágicas gotas de mercurio,
que se multiplicaban imposibles
en una perturbada geometría,
al romperse el termómetro, y daban a la fiebre
una pátina más de irrealidad,
el clima incomprensible de los relojes blandos.
Algo de ese fenómeno concierne a nuestra alma.
En un sentido estricto, cada cual
es obra de un sinfín de multiplicaciones,
de errores de la especie, de conquistas
contra la oscuridad. Un individuo
es en su anonimato una obra de arte,
un atávico mapa del tesoro
tatuado en la piel de las genealogías
y que lleva hasta él mismo a sangre y fuego.
No hay nada que no hayamos recibido
ni nada que no demos en herencia
Existe una razón para sentir orgullo
en mitad de esta fiebre que no acaba.
Somos custodios de un metal pesado,
lujosas gotas de mercurio amante.



Carlos Marzal


Para que yo me llame Ángel González

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...


Ángel González

sábado, 4 de enero de 2014

De dosmil y catorce



Y entonces llegó Sabina y dijo:

MANGA POR HOMBRO

Sancionar la inocencia del culpable,
desaprender el código aprendido,
quitarle la razón al razonable,
dormir con la mujer de su marido.
Almacenar sustancias inflamables,
cultivar el silencio y el ruido,
pintar de azul los días laborables,
exhumar las memorias del olvido.
Hacerle carantoñas a la suerte,
subir de tres en tres las escaleras,
repoblar con sirenas los pantanos.
Matar al cristo de la mala muerte,
bailar alrededor de las hogueras,
manga por hombro, como los gitanos.

Un buen pedazo de mí se ha llevado este año. Vaya cantidad de cambios... y todo para acabar en el lugar y la situación donde empecé. Quién me lo diría. 
El mundo está hecho una mierda y siento que no tengo más papel que el de espectador, siento que es inútil luchar... pero me han abierto los ojos personas y palabras: aprender y aprender, llegará un futuro en el que me sienta útil de verdad (y este inherente sentimiento de culpa se disipe).
Desde el punto de vista egocéntrico, pues que me quiten lo bailao. Empiezo desde cero, con calendario nuevo y todo, tengo los medios para estudiar lo que quiero de momento y tengo las ganas de hacer cosas que antes veía trabadas, aunque no el dinero aún (pero llegará). Voy ligero, y cuento con mis cositas y mis (aunque ahora piquen un poco) agridulces momentos de melancolía.
Un buen pedazo de mí se ha llevado este año, pero como la maravillas botánicas del fantástico e introvertido Lupus, me siento creciendo. Se ve un año por construir, pero por ahora, y así debe ser, me alegro de que esté todo manga por hombro.